UC - Críticas
| Países: Reino Unido, Francia y Alemania. |
Interpretación: Gary Oldman (George Smiley), Colin Firth (Bill Haydon), Tom Hardy (Ricki Tarr), John Hurt (Control), Mark Strong (Jim Prideaux), Benedict Cumberbatch (Peter Guillam), Stephen Graham (Jerry Westerby), Ciarán Hinds (Roy Bland), Toby Jones (Percy Alleline), David Dencik (Toby Esterhase). |
EL HOMBRE TRANQUILO
"El Topo" es la quinta película del director sueco Tomas Alfredson, aunque fue la cuarta la que hace tres años le puso en el mapa cinematográfico con su fascinante revisitación del mito vampírico en "Déjame entrar", cuyo éxito internacional hizo que incluso se realizará un remake. Aquí con un presupuesto mayor y un reparto de esos que hacen época, se vuelve a poner tras las cámaras para afrontar el difícil reto de adaptar el best-seller de espías de John Le Carré, sin por ello renunciar a su gélido y particular estilo narrativo.
La historia de “El topo” nos traslada a los años 70. El fracaso de una misión espacial en Hungría desencadena un cambio en la cúpula de mando de los servicios británicos. Uno de los defenestrados es el agente George Smiley. Cuando Smiley ya se ha hecho a la idea del retiro, le encargan una misión especial. Hay sospechas de que un “topo” está infiltrado entre las altas instancias del Servicio y sólo alguien de fuera puede descubrirlo. Con ayuda de otros retirados y de algún agente fiel, Smiley irá recabando información y encajando las piezas que le lleven al traidor. Por el camino encontrará historias de traición, ambición y mentiras.
"El Topo" es una cinta de espías diferente, se podría decir que inaugura un nuevo subgénero: el espionaje crepuscular. Aunque a primera vista pueda parecer descabellado mi comparativa con el western y el subgénero del western crepuscular, no lo es tanto si comparamos la épica y la leyenda que a menudo acompaña a la figura del pistolero tanto como a la del espía, y si el género del western crespuscular se encargó de desmitificar esa visión de los héroes del Oeste, Alfredson aprovecha el material de la novela para hacer lo mismo con la figura de los espías y su papel durante la Guerra Fría.
Apoyado en un gran trabajo de dirección artística y una fabulosa fotografía de Hoytema, nos describe el mundo de los espías como un lugar gris y desapasionado, de despacho y no de acción, donde rige la mentira, la doble moral y la ambición personal por encima de los intereses de un país al que dicen servir. La trama es compleja y los espectadores poco concentrados o que esperen un thriller con secuencias de acción sufrirán desapego con lo que se nos cuenta, pero los que entren en el juego que se propone disfrutarán con la atmósfera tensa, con el ritmo pausado y con los silencios del espía misterioso y solitario encarnado por un espléndido y contenido Gary Oldman (muy alejado de sus roles histriónicos) que al estilo de un Clint Eastwood vengador regresará para restituir el orden en la institución (donde ya no habrá cabida para la nostalgia), pero esta vez sin pistolas sino jugando una partida de ajedrez donde sus pesquisas le conducirán a destronar al Rey para ganar la partida. Alfredson hace jaque mate.
